LONELY HEARTS CLUB BAND

Posted on October 30, 2012

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A eso de las cuatro de la tarde, en la hora tonta que queda colgando entre los almuerzos de compañeros white collards y las tortitas vespertinas de grupos de ancianas y familias, la lonely hearts club band se reúne en vips.

Vienen con sus instrumentos bajo el brazo, que depositan cuidadosamente sobre la mesa, como piezas de un ajedrez imaginario, jugado contra la sociedad borreguil y adocenada del colectivismo emocional: el ipad (cuantos más gigas, mejor), la llave del coche (cuanto más grande, mejor), un par de móviles (cuanto más smart, mejor) de los que mínimo uno ha de ser un iphone. En ocasiones, la mesa se queda pequeña, que es de lo que se trata, en el fondo.

Se sientan y piden. Según la comanda, sabes de donde vienen. Ensalada y agua (con gas, mandatory), del gimnasio; menú del día, de una reunión coñazo con su jefe; vips club, de ver a alguna amiga más joven; hamburguesa con patatas, del cardiólogo.

Una vez en su sitio, se abstraen. Hay quien en la pantalla de su tablet (ya hemos señalado que ipad obligatoriamente) o del teléfono. Los más recalcitrantes se colocan los auriculares y sólo se sacan uno para pedir, sin siquiera consultar la carta. No levantan la vista jamás, salvo quizá para echar un vistazo rápido y rutinario al trasero de la jefa de sala, que lo tiene hermoso, pero bien puesto, más que nada por mor de la turgencia proporcionada por la juventud.

Los hay con traje y corbata, con blazier (que es como se llaman ahora las americanas de toda la vida de dios) y vaqueros, e incluso con jersey y botas de montaña.

La mayoría pulula alrededor de los cuarenta, pero también los hay por encima de los cincuenta. Nunca más jóvenes. La soledad, como la verdura, es un tesoro que sólo se aprende a saborear con la madurez.

Pagan con plástico y responden con una breve negación de la cabeza y una sonrisa forzada a la pregunta de si tienen tarjeta del club vips o como se llame. Obviamente, no son el target de los programas de fidelización.

Se marchan sin mirar atrás. Dan las gracias con la fingida amabilidad aprendida en cientos de reuniones de negocios. Y, con un ligero bostezo, afrontan el resto del día en forzosa compañía.

Posted in: MADRID