Cuando tenía dieciocho años [oh cielos, ha pasado una eternidad], dediqué un verano entero a aprender mecanografía. Mi madre me dio un método que había pertenecido a una tía abuela mía y su vieja máquina [la de La Mamma, quiero decir] y me planté delante de la mesa con un cerro de folios.
A ver. Aprender a escribir con todos los dedos es un verdadero coñazo. Es repetitivo hasta el horror, no hay ningún espacio a la innovación o la improvisación. Es a ese de efe ge una y otra vez.
Además, se tarda mucho en aprender [nunca terminas, en realidad] y los resultados tardan en llegar.
Y, por si fuera poco, el verano y los amigos ociosos no son la mejor motivación posible.
Para cuando llegó septiembre e hice mi entrada triunfal en la facultad de periodismo [o CC Información, lo que usted prefiera], podía escribir a máquina [lo de los ordenadores nos quedaba tan lejos como Mos Eisley] con cierta velocidad y un índice de fallos relativamente bajo.
Ha sido casi con toda seguridad la inversión más rentable en tiempo de mi vida. He ganado cienes de miles de horas gracias a ese esfuerzo de tres meses. Por saber mecanografía, pude aprobar las oposiciones de Caja Madrid y comenzar mi carrera profesional. Por saber mecanografía he podido disfrutar de verdad mi gran pasión y mi profesión. Por saber mecanografía soy la persona que soy [algo malo tendría que tener la cosa].
Es cierto: perdí un verano. O no lo disfruté tanto como podría haberlo hecho.
En la sociedad del i want it all and i want it now, soy un gilipollas. Aquí lo único que vale e importa es el corto plazo, el me va a servir para que me suban el sueldo?
Me imagino a un bebé diciendo de verdad crees que voy a invertir seis meses en aprender a andar? Pero si hay cochecitos!
Sé que no sirve de nada, pero necesitaba desahogarme…
July 29th, 2014 → 8:16 am
[…] unos días, alguien escribía su experiencia un verano con la taquigrafía. En ese post, tras mencionar lo que se perdió cuando era adolescente, recordaba su autor las […]